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jueves, 23 de octubre de 2008
Juicio de Sócrates
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miércoles, 22 de octubre de 2008
Pitágoras y Platón
Recurso tomado de la página de Jóse Ramón Gómez.
miércoles, 15 de octubre de 2008
La filosofía en la Costa Jónica y Magna Grecia

1. Contexto histórico y sociocultural:
2. Factores que permitieron la aparición de la filosofía
3. Paso de la explicación mítica a la racional (del mito al logos)
Apuntes para apartados 1-3: El nacimiento de la filosofía
4. Filósofos de la costa jónica:
Físicos (filósofos de la naturaleza): Tales, Anaximandro, Anaxímenes
Heráclito
5. Filósofos de la Magna Grecia:
Escuela pitagórica
Parménides
6. Consecuencia: los físicos pluralistas. Empédocles, Anaxágoras, Leucipo y Demócrito.
Apuntes para apartados 4-6 del profesor, presentación pdf y en Webdianoia:
Tales de Mileto
Anaximandro de Mileto
Anaxímenes de Mileto
Pitágoras de Samos
Heráclito de Éfeso
Parménides de Elea
Anaxágoras de Clazomene
Empédocles de Akragas
Demócrito de Abdera
martes, 14 de octubre de 2008
Presocráticos

lunes, 13 de octubre de 2008
El paso del mito al Logos
domingo, 12 de octubre de 2008
Dioses, héroes y hombres
Las primeras líneas de La Iliada sobre la cólera del pelida Aquiles (sin labios), que envía a la muerte a innumerables héroes, son muy curiosas:
Canta, diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo; detestable cólera que a los Aqueos ocasionó sufrimientos sin número y al Hades arrojó tantas almas audaces de héroes, en tanto que a esos mismos héroes convertía en presa de canes y de todas las aves del cielo...(I,1 y ss.)
¿Qué es el alma, esa psychè que va al Hades? La muerte, ¡sume al hombre en la nada total? No; el alma separada del cuerpo es un doble, una copia difuminada de la vida del individuo, en ella se reconocen los rasgos del ser vivo de antaño, si bien no hay en ella conciencia ni vida. Ese alma es semejante a esas formas sin densidad que se nos aparecen en los sueños. De hecho Aquiles ve el alma de su amigo Patroclo, en un sueño y quiere estrecharlo entre sus brazos, pero no es mas que una sombra. Aquiles se despierta, asustado, y, presa del horror al más allá, exclama:
¡Ah! ¡No hay duda! Un no sé qué vive aún en el Hades, un alma, una sombra en que no habita ya el espíritu. Toda la noche ha permanecido ante mi el alma del desdichado Patroclo, gimiendo, lamentándose...(Ibid., 103 y ss)
Lejos de ir al más allá como hacia un mundo nuevo de luz y de vida, la psychè, imagen sin consistencia (eidôlon) abandona la existencia terrena con pesar; se va como por fuerza, dando la espalda al nuevo ámbito en que va a entrar; así el alma de Héctor:
Apenas ha hablado, la muerte que todo lo acaba, le envuelve. Su alma sepárase de sus miembros y parte, volando, al Hades, llorando por su destino, abandonando la fuerza y la juventud (XXII, 361 y ss.)
Los griegos creían, pues , en una supervivencia del hombre mas allá de la muerte, pero esta supervivencia no es más que un recuerdo impotente de la vida pasada, una especie de pesadilla constante: el Hades es el reino de las lágrimas; las almas llegan a él llorando, tendiendo, para siempre, los brazos hacia un pasado que ya nunca podrán recuperar.
La inmortalidad significaba para los griegos la vida incorruptible de los dioses: ser inmortal equivalía a mantenerse fuerte y glorioso en el cuerpo físico, conservando sin esfuerzo la juventud. La inmortalidad era una fijación en lo eterno de los instantes más bellos de la vida de un hombre. Y el Olimpo de los antiguos limitóse a ser la proyección de este nostálgico ideal en el cielo luminosos de Grecia. Aunque sabían que entre los dioses y los hombres existía una barrera (un cielo de bronce, decía Píndaro). Por consiguiente, la muerte no era más que la sombra de una vida desvanecida para siempre. En conclusión, según Homero y los trágicos, la vida es la única realidad, y la muerte, su sombra descarnada. Y puesto que hay que morir, conviene siquiera "morir bien", con belleza, Kalôs Thanein.
Charles Moeller, "Sabiduría griega y paradoja cristiana"
En este enlace y dado que trabajamos en clase algo de la Iliada podéis conocer más a fondo como era el ejercito griego, especialmente los hoplitas (la infantería)
viernes, 10 de octubre de 2008
Cosmovisiones
miércoles, 8 de octubre de 2008
Utilidad de los mitos
Por eso, si alguien se está preguntando por qué la filosofía y la ciencia, entendidas como el intento de describir racionalmente la realidad no aparecen antes, o cómo es posible que los hombres hayan podido creer en historias tan fantásticas como las de cualquier mitología, debería abordar primero el hecho de que por muy fantásticas y disparatadas que esas historias nos parezcan hoy, si todas las sociedades han creído en ellas tal vez sea porque no quedo otro remedio. Incluso nos podemos preguntar si en el fondo no resultó útil hacerlo. De hecho eso es lo que mantendremos aquí.
Los mitos son historias fantásticas y, por tanto, falsas. Pero una cosa es que un relato sea falso y otra que no pueda ser útil. Y ésa es precisamente la pregunta a la que nos lleva la reflexión por la mitología: ¿puede ser útil una ficción? Sobre esto ha habido diferentes respuestas, pero aquí nos vamos a concentrar en las posturas, más o menos pragmatistas, de Eric Havelock y Hans Blumenberg.
Eric Havelock ha sido miembro de la llamada escuela de Toronto, cuyos miembros vienen preocupándose sobre la relación entre la cultura y los distintos medios o soportes para su transmisión. A finales de los años sesenta, Havelock publicó su célebre estudio Preface to Plato (Prefacio a Platón) donde mantenía que la filosofía (en un amplio sentido del término que incluye también la ciencia) no pudo aparecer hasta que no existió un sistema de transmisión de información como fue la escritura fonética. Según Havelock, todas las sociedades humanas necesitan almacenar un conjunto más o menos grande de información para sobrevivir y para conservar una determinada forma de vida. A ese conjunto de información lo llama “biblioteca cultural”. Por supuesto, toda sociedad tiene su propia biblioteca cultural. Pues bien, uno de los problemas básicos a los que toda sociedad se enfrenta es el de dónde “guardar” su biblioteca cultural. Quizá a nosotros, que conocemos infinidad de tecnologías, desde la impresión en papel a los soportes informáticos, el problema nos parece sencillo de resolver. Pero aquí es crucial no olvidar que no siempre fue así. Los hombres del paleolítico debían conservar prácticamente toda su biblioteca cultural en sus cabezas. Sólo algunas inscripciones como las pinturas rupestres o algunas muescas en la madera podían guardarse fuera.
Incluso cuando apareció la escritura, ésta se reservaba para muy pocos usos, como el de registrar las leyes. Por no hablar de que sólo unas pocas personas de los primeros imperios y reinos donde apareció la escritura sabían leer y escribir. La invención del alfabeto fonético por parte de los fenicios y su posterior mejora con la introducción de las vocales por parte de los griegos, hizo posible la aparición de esa clase intelectual a la que Aristóteles llamó “los filósofos”. Pero lo cierto es que la mayoría de la gente continuó ajena a la revolución que ello supuso. Dicho de otro modo: la mayoría de las personas debía depositar su biblioteca cultural exclusivamente en su memoria.
Pues bien, según Havelock, los mitos, que son historias que se transmiten de manera oral, vienen a ser una solución, rudimentaria pero útil, para este problema. Por ser relatos, los mitos se recuerdan de manera más o menos sencilla. Porque una de las características de los relatos es precisamente la facilidad para recordarlos y para transmitirlos. Por ejemplo, los grandes códigos legales no podían haber aparecido antes de que existiese la escritura, porque sería imposible recordarlos, o porque habría disputas entre quienes recuerdan distintas versiones de los artículos. De hecho, no es casualidad de que en el relato bíblico del Éxodo, Yahveh no sólo entrega a Moisés y los israelitas un conjunto de leyes sino que, además, se las entrega por escrito. No puede haber ley sin escritura. Sólo costumbres. Y también relatos. Estos relatos contribuyen a distinguir el bien del mal, lo permitido de lo prohibido. También narran el comienzo del mundo, o cuentan historias de los diferentes elementos que lo forman. Y, lo más importante, son más o menos fáciles de recordar o de transmitir. Porque nuestra memoria, sin la ayuda de la escritura, apenas es capaz de recordar relatos. Y muy difícilmente recordará razonamientos complejos o enumeraciones mínimamente largas.
Es por ello que los mitos, las leyendas y en general los relatos que se transmiten dentro de las sociedades, al menos hasta que en ellas se populariza la escritura, son algo más –no: mucho más– que un simple entretenimiento. Sencillamente, son la única herramienta del que disponen las sociedades y grupos humanos para clasificar la realidad o para generar códigos morales. En términos de Havelock: son la principal estrategia para almacenar y transmitir una biblioteca cultural.
El segundo autor del que quiero hablar y que se ha ocupado del valor de los mitos en las sociedades ágrafas es el filósofo alemán Hans Blumenberg. En una obra ya célebre, Trabajo sobre el mito, Blumenberg dice que desde su aparición el hombre debe enfrentarse a lo que él llama absolutismo de la realidad. Por tal cosa, nuestro filósofo se refiere a la situación en que el hombre se halla incapaz de garantizar las condiciones de su supervivencia frente a la naturaleza. Según Blumenberg, la naturaleza y la sensación de impotencia ante ella antes de el dominio técnico cambie la situación generan en el hombre tanto inseguridad como angustia. Pues bien, los mitos son una forma de hacer frente, no a la naturaleza misma, sino a esa inseguridad y esa angustia que generan en el hombre. Según Blumenberg hay que distinguir por tanto dos cosas: por un lado, la facilidad con que la naturaleza puede acabar con la vida humana; por otro, la angustia que tal cosa produce. Los mitos serían una estrategia para hacer soportable esta última. Y ello porque el mito es antes que nada un modo de antropomorfizar, de personalizar la naturaleza. De forma parecida a como las fábulas confieren caracteres humanos a los animales, los mitos en general “humanizan” la naturaleza. Con ello, esta naturaleza queda dotada de características humanas: los vientos, el océano, las cumbres de las montañas, la noche, el día, la tierra, el cielo, el sol... reciben en los mitos nombres propios, igual que los hombres. No sólo eso, sino que actúan igual que éstos, persiguiendo propósitos. Eso no significa que no sigan siendo presentados como fuerzas terribles. De hecho siguen siéndolo. Pero ahora se trata de fuerzas terribles cuyas acciones tienen sentido: buscan venganza, están enamoradas, son egoístas, o incluso malvadas. Pero al menos, al ser dotadas de característica humanas comienzan a resultar algo más comprensibles. Y por supuesto, aquí no importa si las historias míticas son falsas. Lo más importante es el efecto que tienen los mitos, no su verdad.
NOTA ACLARATORIA: Texto extraído de la página de Recursos Didácticos de Filosofía de Pascual González
El Nacimiento de Venus
Al caer los genitales al mar, producen una espuma de la que surge la diosa del amor, la belleza y la pasión, Afrodita (Venus).
http://www.ub.es/histodidactica/img/venus_internet.exe
El Mundo de Sofía
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